jueves, 12 de diciembre de 2013

LAS CASAS DE ALTA COSTURA



 “Haute Couture”, Alta Costura, Alta Moda, “High Dressmaking”, “High Fashion” ha sido definida como la creación de prendas de moda a la medida de cada cliente realizadas de forma artesanal, con materiales y tela de alta calidad y cuidados detalles. Al alcance de unos pocos e integrada al ‘prêt-à-porter’ en la década de 1980, desde sus orígenes hasta la actualidad, es una de las facetas del sistema moda que ha elevado la costura a la categoría de arte. Este hecho se enlaza con los propios orígenes del término, algo que sucede vinculado a la figura del diseñador, reconocido como creador y a su labor, como creación.
Sobre los orígenes de esa labor y sus centros de operaciones -‘las casas’- realizaremos esta publicación, contextualizando el origen de esta reconocida actividad relacionada con los oficios de la costura.
 Salón de moda de principios del siglo XX
Cuando en 1789 la Asamblea Nacional en París acordó la eliminación de todo privilegio exclusivo en cuanto a vestimenta se requiere, se iniciaba la marcha irreversible hacia la democratización de la indumentaria. Atrás quedarían decretos y leyes suntuarias que desde la Edad Media impedían el acceso a determinadas prendas y materiales por las clases del Tercer Estado. Gracia a la Revolución Francesa, se difundió al mundo entero las ideas de esta democratización.
Como nación rectora en cuestiones de moda y al calor de la consigna “libertad, igualdad, fraternidad”, Francia propuso a la humanidad la eliminación total de los elementos vestimentarios que denotaran casta, rango o pureza de sangre. Este hecho – enmarcado dentro de un acontecimiento de trascendencia universal- constituyó una muestra más del alcance de la tradición vestimentaria francesa.
Pero no fue hasta mediados del nuevo siglo (XIX) cuando, una vez consolidada la nueva clase en el poder, se estableció la nueva moda burguesa, debido a la consolidación de la nueva clase en el poder y a los avances en las técnicas de la industria textil. El intenso desarrollo tecnológico, comercial y financiero, caracterizaron estos años en los que, con la “gran renuncia masculina” se entra en la era de la feminización del lujo. El poder político de la nueva clase era absoluto y sentía la necesidad de distinguirse y aislarse del resto de grupos sociales.
 Salón de ventas de la casa Paquin
Es entonces cuando los miembros de la alta clase burguesa (y los que han podido mantener riqueza y títulos nobles), retoman la necesidad de utilizar la vestimenta como elemento diferenciador. Sin leyes para servir de apoyo, ni monarcas para implantar modas, buscan la manera de dirigir la moda “desde arriba”. Las condiciones estaban dadas para el reconocimiento, como creador, del que desde hacía siglos era un profesional de la moda.
El momento: cuando la moda femenina alcanza unos de los momentos de mayor esplendor y lujo: el Segundo Imperio, llamado también neo-rococó. El ambiente mundano de la alta burguesía francesa tenía un contexto adecuado: la corte de Napoleón III y una modelo protagonista: la emperatriz Eugenia de Montijo.