“Haute
Couture”, Alta Costura, Alta Moda, “High Dressmaking”, “High Fashion” ha sido
definida como la creación de prendas de moda a la medida de cada cliente
realizadas de forma artesanal, con materiales y tela de alta calidad y cuidados
detalles. Al alcance de unos pocos e integrada al ‘prêt-à-porter’ en la década
de 1980, desde sus orígenes hasta la actualidad, es una de las facetas del
sistema moda que ha elevado la costura a la categoría de arte. Este hecho se
enlaza con los propios orígenes del término, algo que sucede vinculado a la
figura del diseñador, reconocido como creador y a su labor, como creación.
Sobre los orígenes de esa labor y sus centros de
operaciones -‘las casas’- realizaremos esta publicación, contextualizando el
origen de esta reconocida actividad relacionada con los oficios de la costura.
Cuando en 1789 la Asamblea Nacional en París acordó la
eliminación de todo privilegio exclusivo en cuanto a vestimenta se requiere, se
iniciaba la marcha irreversible hacia la democratización de la indumentaria.
Atrás quedarían decretos y leyes suntuarias que desde la Edad Media impedían el
acceso a determinadas prendas y materiales por las clases del Tercer Estado.
Gracia a la Revolución Francesa, se difundió al mundo entero las ideas de esta
democratización.
Como nación rectora en cuestiones de moda y al calor
de la consigna “libertad, igualdad, fraternidad”, Francia propuso a la
humanidad la eliminación total de los elementos vestimentarios que denotaran
casta, rango o pureza de sangre. Este hecho – enmarcado dentro de un
acontecimiento de trascendencia universal- constituyó una muestra más del
alcance de la tradición vestimentaria francesa.
Pero no fue hasta mediados del nuevo siglo (XIX)
cuando, una vez consolidada la nueva clase en el poder, se estableció la nueva
moda burguesa, debido a la consolidación de la nueva clase en el poder y a los
avances en las técnicas de la industria textil. El intenso desarrollo
tecnológico, comercial y financiero, caracterizaron estos años en los que, con
la “gran renuncia masculina” se entra en la era de la feminización del lujo. El
poder político de la nueva clase era absoluto y sentía la necesidad de
distinguirse y aislarse del resto de grupos sociales.
Es entonces cuando los miembros de la alta clase
burguesa (y los que han podido mantener riqueza y títulos nobles), retoman la
necesidad de utilizar la vestimenta como elemento diferenciador. Sin leyes para
servir de apoyo, ni monarcas para implantar modas, buscan la manera de dirigir
la moda “desde arriba”. Las condiciones estaban dadas para el reconocimiento,
como creador, del que desde hacía siglos era un profesional de la moda.
El momento: cuando la moda femenina alcanza unos de
los momentos de mayor esplendor y lujo: el Segundo Imperio, llamado también
neo-rococó. El ambiente mundano de la alta burguesía francesa tenía un contexto
adecuado: la corte de Napoleón III y una modelo protagonista: la emperatriz
Eugenia de Montijo.
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